jueves, 19 de marzo de 2009

La libreta de racionamiento (I parte)



Oscar Mario González
LA HABANA, Cuba, marzo (http://www.cubanet.org/) - En este cincuentenario del triunfo de la Revolución, cuando la propaganda gubernamental apologiza los acontecimientos de los últimos 50 años, un hecho de insuperable y singular importancia permanece en el olvido: el aniversario 48 de la libreta de racionamiento.
El suceso, no obstante, sitúa a nuestra pequeña nación como el lugar del planeta que por más tiempo ha permanecido con cartilla de racionamiento. Ningún pueblo del orbe ha visto racionados los alimentos básicos durante tanto tiempo, a pesar de que en el siglo pasado tuvieron lugar dos guerras mundiales.
Todo empezó a principios de marzo de l962, cuando Fidel Castro, en uno de sus “kilométricos” discursos de más de 5 horas de duración, anunció a Cuba y al mundo el racionamiento de los productos alimenticios de mayor demanda, así como de otros artículos industriales de amplio consumo popular.
La medida tomó cuerpo legal en la ley número 1015 del 12 de marzo de l962. A la normativa jurídica se le acreditaba vigencia temporal, hasta tanto hubiera un aumento notable de la producción capaz de compensar la brusca elevación del consumo motivado por la mejora del poder adquisitivo.
En la retórica había un hecho incuestionable: existía más dinero en los bolsillos. Lo otro que se afirmaba era engañoso: la producción no había crecido. Todo lo contrario.Casi todos aplaudimos en medio de la plaza, pensando que la cosa sería por poco tiempo. Ni remotamente imaginamos que la cartilla pudiera durar tanto, y mucho menos que un día celebrara su cumpleaños 48. Hoy, la mayoría de aquellos aplaudidores está muerta o abandonó el país.
Creímos, porque, ¿cómo dudar de aquellos bisoños muchachos de verde oliva bajados de la Sierra con crucifijos y escapularios, con olor a manigua redentora por cuyo accionar se habían aumentado los sueldos de los trabajadores, rebajado los alquileres, el precio de las medicinas, así como del teléfono y la electricidad?
Una realidad tan cierta como el sol de cada día escapaba a cualquier premonición: la libreta, como la revolución que la engendraba, llegaba para quedarse y ambas transitarían por todas las etapas, dejando a su paso sentimientos contrapuestos de embullo primero, decepción después y, finalmente, de resignación.
Al principio se vendían muchos más productos que hoy mediante la libreta, pero aun así se vivía muy mal, pues, como se creía en la justeza revolucionaria, se desechaba el “invento”. La gente tenía que “vivir de la libreta”; a expensas, únicamente, de ella. Pero las cantidades reguladas comenzaron a disminuir a medida que el comunismo agotaba las riquezas creadas por el capitalismo e iba gestando lo único que es capaz de crear: miseria.
Los años de la década de 1970 fueron excepcionalmente adversos para la libreta y para los fogones del hogar cubano. El arroz se aumentaba con fideos para que cada miembro de la familia alcanzara un poquito, mientras que la borra del café se volvía a colar. Práctica que aún continúa.
En la década de los años ochenta se alivió la situación al amparo de mejores precios del azúcar en el mercado mundial y mayor generosidad en el subsidio soviético.
La libreta se amplió en variedad y cantidad a la par que surgieron los “mercaditos” con oferta de productos en venta libre al alcance, no de todos, pero sí de la mayoría. Se habilitó una segunda cartilla de cupones para los productos industriales. Un mismo cupón ofertaba varios productos de primera necesidad y el hombre tenía que decidir entre andar con calzoncillos, pero sin calcetines o viceversa y la mujer entre el sostenedor y el panty. En estos años muchos pensamos que la libreta estaba próxima a su fin. ¡Ingenuos! Aun quedaba mucho por trillar en el camino del racionamiento. Aún faltaba lo más interesante de esta historia… (Continúa)

No hay comentarios:

Publicar un comentario